Los primeros platos, porque como buen pueblo castellano siempre se han preparado dos platos, suelen ser fuertes, como unas alubias, unas judías pintas o esas lentejas tan exquisitas, sin olvidarnos, por supuesto, del plato de la guerra: los garbanzos. Me contaba alguien por ahí, que en tiempos de guerra, el plato que solían comer un día tras otro eran los garbanzos. Por ese motivo le llamo el plato de la guerra.