Colmenares se sitúa entre peñascales y oteros por donde discurre el rio Burejo recién nacido en las inmediaciones de Cantoral junto a peña Redonda, las rocas y las montañas presentan un paisaje pintoresco, se encuentra en el extremo norte de la Ojeda, lindante con la comarca de la Peña, a orillas del río Burejo.
Aunque lleva el apellido de la Ojeda, cuando entras en Colmenares parece que estás en la Montaña. Rodeado de ríos y riachuelos.
Colmenares está rodeado de grandes extensiones de robles, y encinas dispersas. Hacia el sur, la vegetación de ribera de sus ríos y riachuelos y la Ojeda. Las peñas cercanas como Peña Umoma, es un lugar en el que podemos ver una extraordinaria panorámica de la Montaña Palentina y de la Ojeda.
Latitud 42º 47´N Longitud 4º 30´W Altitud 1130 sobre el nivel del mar
Los habitantes censados en 2022 eran de 20 11 hombres y 9 mujeres
Localidad perteneciente al municipio de Dehesa de Montejo, situada en un bello paraje, en las cercanías del camino real que comunicaba la montaña con Tierra de Campos. En el siglo XII es solar del conde Rodrigo Gustio. Más tarde pertenece a los señores de Cervera de Pisuerga, los condes de Siruela, rama desgajada del tronco familiar de los Fernández de Velasco.
A mediados del siglo XIV figura como lugar de behetría, siendo vasallos de Juan Rodríguez de Cisneros y teniendo por naturales a Fernando García Duque y a sus hijos. En esa época pagan anualmente al rey moneda y servicios, no así yantar, martiniega ni fonsadera. También cada vasallo abona anualmente en concepto de infurción una fanega de cebada a los señores.
La localidad aparece en el Censo de 1528 formando parte de la demarcación del Condado de Pernía y Tierra de Castrejón, con 22 vecinos pecheros. La iglesia de Colmenares pertenece al obispado de León, arciprestazgo de Cervera de Pisuerga, con 16 vecinos en 1587.
Hay evidencias de que los pueblos cántabros se asentaron en la zona antes de la era cristiana. Según la descripción que hace de ellos Claudio Ptolomeo, los cántabros se organizaban en varias gens o pueblos de los que los camáricos con su ciudad o capital Camárica eran uno de los situados más al sur. Hay evidencias arqueológicas que la zona en la que se sitúa Colmenares corresponde con la ubicación de la gente camáricas, y más aún, que el yacimiento de El Otero (en uno de los cerros cercanos al pueblo) pudiera corresponderse con la antigua ciudad de Camárica, según apuntan la arqueología y la crítica histórica reciente. Este lugar tendría, pues, una importancia estratégica y política excepcionales durante el periodo prerromano.
El sometimiento de los cántabros y astures por Augusto (siglo i a. C.) debió mermar la importancia de los antiguos asentamientos cántabros, ya romanizados, y provocar por último su desaparición con la descomposición del imperio (hacia el siglo iv a. C. ).
Durante la Edad Media, Colmenares debió vivir su época de mayor esplendor. La región cobró importancia durante la Reconquista como avanzadilla cristiana en la zona fronteriza del Duero; en el siglo xii aparece la figura de Rodrigo Gustios, legendario personaje que restauró la abadía de Lebanza y fue el iniciador de una estirpe nobiliaria que se extiende hasta nuestros días. Hay documentos que demuestran que este personaje nació y murió en Colmenares, a finales del siglo xii. De la importancia del pueblo en las edades Media y Moderna dan fe la iglesia parroquial de San Fructuoso, y la hoy prácticamente desaparecida torre fuerte, llamada el Castillo por los lugareños. La vinculación de la familia de apellido Colmenares, que se extendió por España y América y que dio numerosos nombres ilustres, queda de manifiesto en los escudos con sus armas que se observan en la iglesia.
Leer más La progresiva decadencia de los núcleos rurales que se fue dando en la Edad Moderna dejó el dominio de éstos en manos de los «segundones» de la nobleza o del clero, que se aferraban a sus privilegios y los ostentaban con orgullo, como demuestran las casonas o casas hidalgas de las que aún se ven varios buenos ejemplares en el pueblo. Aún en los albores del siglo xx la importancia de estas familias hidalgas era manifiesta, aunque su poder fuera más honorífico que real. Durante el fin del Antiguo Régimen en el siglo xix, la localidad se constituyó en municipio constitucional, que en el censo de 1842 contaba con 18 hogares y 94 vecinos, denominado entonces como Colmenares, para posteriormente integrarse en Dehesa de Montejo. En el siglo xx, los profundos cambios que sufrió la humanidad en su conjunto dejaron su huella en Colmenares. La despoblación de las zonas rurales, motivada por el éxodo hacia las grandes ciudades, ha sido la consecuencia más evidente. En este siglo, Colmenares dejó de tener ayuntamiento propio y pasó a formar parte del municipio de Dehesa de Montejo. Destaca en este siglo la figura de la religiosa teresiana Maximina de Jesús Crucificado (Maximina García), natural de Montoto de Ojeda cuyo proceso de beatificación se sigue en la Santa Sede. Vivió durante toda su infancia en Colmenares, de donde era oriunda su familia paterna. En las Respuestas Generales del Catastro del Marqués de la Ensenada confeccionado en 1752, aparece como lugar de señorío del Conde de Siruela, aunque no pagan nada en concepto de reconocimiento de señorío. La población está formada por 31 vecinos y medio, al computarse dos viudas como un vecino, mientras que el caso urbano lo integran 38 casas habitables además de una arruinada. Como bienes propios del común cuentan con la casa del Ayuntamiento y la fragua, así como varias tierras de diversa calidad con una superficie de 2,5 fanegas de regadío y 14,5 de secano, además de varios prados de regadío de los que recogen 12 carros de yerba. Los gastos anuales ascienden a 1.429 reales, entre los que se incluyen diversas limosnas, arreglos en la fragua y obras en la ermita, presa de riego, puentes y caminos, así como los salarios del guarda del campo, cirujano, escribano y contadores, defensa en pleitos y 77 reales por behetría a Su Majestad. Además de la actividad agrícola y ganadera 11 vecinos producen uno o dos carros de carbón de herrero de las cepas de vid, valorando en 24 reales de vellón cada uno de los 16 carros de carbón que elaboran. También hay dos tejedores de lienzos, un maestro sastre, un pastor de ganado merino, otro de ganado lanar, así como un jornalero. El número de colmenas que declaran asciende a 144, que pertenecen a 11 vecinos, siendo Juan Calle el que tiene mayor cantidad con 44. Pocos años después, en 1768, el número de habitantes asciende a 158, de los que 75 son varones y 83 hembras. Dos hombres menos presenta el censo de Floridablanca, confeccionado en 1787, en el que Colmenares figura como lugar de señorío secular del Conde de Siruela, en el partido de La Montaña, jurisdicción de Cervera de Pisuerga, provincia de Palencia y obispado de León. Por ocupaciones hay 16 labradores, 10 criados, 7 jornaleros y 6 artesanos, además de un cura, un beneficiado, un sacristán y un dependiente de la inquisición. Cuenta en 1828 con 121 habitantes, contabilizados como 32 vecinos, que según los datos oficiales de 1843 se reducen a 28. Pascual Madoz informa en 1850 que la población la forman 18 vecinos, 94 almas. En 1874 Colmenares tiene 34 casas y junto con el lugar de Vado está agregado al ayuntamiento de Dehesa de Montejo, con una población conjunta de 676 habitantes. Según los datos recogidos en 1882 por Pablo Riera y Sans el casco urbano está formado por 37 casas y 140 habitantes, mientras que la diócesis de León indica para ese mismo año la existencia de 240 almas atendidas por un cura de entrada. :
Sobre una pequeña elevación, junto al río Burejo, se encuentran los escasos restos de una torre fuerte, que por sus características podría asemejarse a la de Villanueva de la Torre. Su construcción puede fecharse en los siglos XIV-XV y con una función más representativa del poder de su propietario que militar.
Se conservan parcialmente los muros Sur y Oeste, con una longitud de 4,60 y 4,30 metros, respectivamente, una anchura de 1,30 y una altura máxima de 5 metros. Construido con sillarejo, colocado en forma de espina de pez en algunas partes, cuenta con refuerzos de sillería blanca en las esquinas.
Al Este de la fortificación se encuentra un muro de mampostería de 2 metros de altura, que pudiera corresponder a un recinto exterior, con una pequeña torre adosada a la esquina de 2,00 por 2,70 metros.
Hasta el año 1996, en que fueron derribados ante la amenaza de ruina, los restos de este esquinazo conservaban poco más de 19 metros de alto, en los que se notaba un recrecimiento en la parte más alta de la torre. En su interior se apreciaban dos pisos que, debido a su altura, probablemente estuvieran subdivididos.
También se advertían varias aspilleras y ventanas en los pisos superiores, así como que el grosor de los muros había disminuido con respecto a los 1,30 metros de la base.
Destaca, elevada sobre la población, la monumental iglesia parroquial de estilo gótico dedicada a San Fructuoso Mártir, construida en el siglo XVI. En su interior conserva una de las más bellas pilas bautismales de la provincia, de estilo románico, adorna su copa con tallas de personajes humanos. Además, el casco urbano cuenta con varias casas blasonadas del siglo XVII.
La magnífica iglesia de San Fructuoso, uno de los templos más destacados del gótico palentino. Ha sabido mantener restos de su antigua iglesia románica, restos de una ampliación renacentista y el resto del templo es del siglo XIV.
Llama la atención su tamaño y el pórtico que resguarda la entrada. En el interior destaca su retablo mayor barroco, el pulpito y su decoración de calaveras, una cruz procesional de plateros palentinos del siglo XVI y sobre todos, la pila bautismal románica. Una pila de piedra, historiada, representando la Resurrección de Cristo y una ceremonia bautismal, junto a otras escenas de interpretación más oscura. Esta pila es una de las más bellas que podemos encontrar en el románico palentino y en España. Del siglo xii. Es sin duda, la joya artística del pueblo. Se trata del principal resto que queda de la antigua iglesia románica que precedió a la actual. Excelente ejemplo de escultura medieval, es uno de los mejores ejemplares de su estilo en España. Se trata de una pila de piedra, historiada, representando la Resurrección de Cristo y una ceremonia bautismal, junto a otras escenas de interpretación más oscura. Las figuras siguen los cánones románicos, pero con rasgos singulares, como la individualización de los personajes (incluso se representa la tonsura de los clérigos), o la sugerencia de la vida cotidiana (visible, por ejemplo, en el padre llevando a su hijo al bautizo). Estos elementos son del todo extraños al Románico. Sin embargo, otros detalles se inscriben en la tradición canónica de este estilo: figuras monstruosas conviviendo con humanos, simbologías complejas (grifos, máscaras, figuras luchando), abstracción, rígida ley de adaptación al marco. Se puede fechar la pila en los años finales del siglo xii, por su similitud de estilo con los capiteles de la abadía de Lebanza (conservados hoy en el Fogg Art Museum de Cambridge, Estados Unidos), de cuyo taller debió salir.
La iglesia se ubica en el punto más elevado del caserío, sobre un pequeño cerro, 100 m a la derecha de la carretera Dehesa de Montejo-Olmos de Ojeda por un camino hormigonado. Por su lado septentrional la rodean pastos y tierras sin cultivar. Ningún testimonio escrito hace referencia al templo bajomedieval, el cual, como veremos, es fruto de dos campañas góticas. El Cartulario de Santo Toribio de Liébana se hace eco de una donación recibida en Colmenares por el monasterio lebaniego, a mediados del siglo XIII, in monte et in fonte. Navarro recoge el origen del topónimo en la apicultura que aún hoy se desarrolla en la zona. Los numerosos blasones que ennoblecen el caserío, nobiliarios y eclesiásticos, nos informan de una cierta prosperidad de la población durante los siglos XVI al XVIII. Este mismo autor informa de la existencia en el archivo de Simancas de abundante documentación sobre los linajes del pueblo, entre los que destaca a los carrioneses Guión de Colmenares, propietarios de una torre señorial, cuadrada, de unos 40 m de alto y ruinosa a decir de Navarro, de la cual todavía existen muros perfectamente visibles desde el atrio de San Fructuoso.
La iglesia de San Fructuoso de Colmenares, tal y como ha llegado hasta nosotros, se presenta como un edificio de planta rectangular, compuesto de dos naves separadas por pilares y testero plano, construido en dos fases góticas de fines del siglo XIV o inicios del XV e inicios de siglo XVI respectivamente, con adiciones y reformas del siglo XVIII. El único elemento románico conservado lo constituye la magnífica pila bautismal colocada en la cabecera de la nave meridional. La primera campaña gótica configuró un edificio de una nave dividida en tres tramos culminada por un ábside cuadrado reforzado exteriormente por contrafuertes angulares.
Probablemente a este momento corresponda la erección de la torre, cuadrada y de dos pisos, que se eleva a los pies de la nave septentrional. La reforma de la estructura a principios del siglo XVI añadió el coro alto a los pies de la nave, la sacristía y una colateral al sur en la que se abrió la portada, a la que posteriormente (siglos XVII-XVIII) se protegió con un pórtico cuadrado de grandes dimensiones. En el siglo XVIII se replantearon los pilares de la nave, se añadieron una serie de contrafuertes de sección triangular y se abrió el ventanal de la cabecera de la nave sur (datado epigráficamente en 1787). El conjunto, tanto en la obra gótica como en la moderna, se levantó en excelente sillería arenisca de veta amarilla y grano fino con improntas muy claras de talla a gradina. La decoración escultórica del edificio refleja esa referida duplicidad de campañas góticas. Los capiteles del arco de triunfo se decoran respectivamente con toscas hojas planas con crochets y un entrelazo acogiendo un brote acorazonado el izquierdo y un centauro-sagitario y un personaje sentado sosteniendo una especie de báculo entre hojas con digitaciones secamente tratadas el derecho. Este último, pese a su tosco aspecto, es interesante por representar la recuperación de una plantilla románica en una obra de fines del siglo XIV.
Leer más La pila bautismal de Colmenares, actualmente situada en el testero de la nave sur, es el único resto románico del edificio y constituye uno de los más ricos ejemplares de la provincia. De forma troncocónica invertida, 84 cm de altura y 123 de diámetro superior, se alza sobre su basa original, lamentablemente deteriorada. El borde superior se decora con semicírculos y ovas y la peana recibe clípeos vegetales formados por tallos que brotan de máscaras monstruosas. La profusa decoración de la copa, organizada a modo de friso, agrupa cuatro escenas o motivos sin otra compartimentación que la compositiva. En primer lugar, según un orden de lectura que más adelante justificaremos, aparece la escena de las Santas Mujeres portando los óleos ante el sepulcro vacío de Cristo, siguiendo fundamentalmente la narración del evangelio de Lucas (XXIV, 1-12). Vemos así los dos ángeles, uno turiferario a la cabecera del sepulcro y el otro a los pies mostrando el sarcófago vacío a las tres mujeres, mientras que los guardias armados caen a tierra presos de temor. Continuando la lectura en el sentido de las agujas del reloj, la escena siguiente presenta un grupo de tres personajes, dos abrazados y un tercero posando su diestra sobre el hombro del central. Iconográficamente complejo ha sido interpretado como el forcejeo de tres personajes indeterminados (Lojendio) o como la resurrección de Lázaro (García Guinea). A nuestro parecer y a título de hipótesis, dada la falta de precisión de la escena, estos tres personajes pudieran ilustrar la aparición de Jesús a los dos discípulos en el camino de Emaús, pasaje recogido en Lucas, XXIV, 13-35, es decir, inmediatamente después de la escena del sepulcro vacío, escena que, como señala Louis Réau, evoca de forma indirecta la resurrección de Cristo. Asistimos seguidamente a una escena de bautismo: en el centro de la composición, y tras la representación de una pila bautismal decorada con motivos vegetales, aparece un personaje barbado sosteniendo una copa o cáliz y realizando con su diestra un gesto de bendición generalmente reservado a figuraciones divinas o dignidades eclesiásticas (índice y corazón extendidos). Flanquean esta figura una pareja de asistentes, uno de los cuales porta una cruz, que introducen sus manos en la pila y, a la derecha, una figura femenina repite el gesto de los anteriores. A la izquierda, dos personajes barbados portan sendos infantes al bautismo. La escena reproduce pues una representación de bautismo, sin que podamos identificar un episodio concreto, y la única duda reside en precisar si éste es por inmersión –como sugiere García Guinea– o por aspersión. Si, como creemos, esta escena pretende ilustrar la realización de las últimas instrucciones dadas por Cristo a sus discípulos (“Id por todo el mundo y predicad el Evangelio a toda criatura. El que creyere y fuera bautizado, se salvará, mas el que no creyere, se condenará”, Marcos, XVI, 15- 16), tendríamos en la pila de Colmenares una sintética exaltación del Bautismo como sacramento fuente de vida, puerta de acceso al reino divino abierta por el sacrificio y resurrección de Cristo, puerta instituida como tal por el propio Cristo y regida por sus ministros, es decir, por el clero, representado en nuestro relieve por las tres figuras centrales de la escena. La decoración se completa con la representación de un grifo rampante entre follaje. Desde el punto de visto estilístico el relieve manifiesta la manera de un artista local, hábil a la hora de integrar sus composiciones en la superficie curva del soporte y cuya talla enérgica no rehúye el alto relieve, creando fuertes contrastes de luces y sombras. Apoyando la evidente teatralidad de las escenas el escultor imprime una fuerte expresión a los personajes, llegando en algunos rostros –como señala Lojendio– al patetismo. Este expresionismo no está exento de arquetipos arcaizantes como las desproporciones de los cánones, de grandes cabezas de ojos almendrados, acusada exoftalmía e iris marcado por puntos de trépano, el acartonado rictus de los labios de comisuras caídas, Detalle de la escena de bautismo 738 / C OLMENARES DE OJEDA la rigidez de miembros y actitudes o el acartonamiento de los plegados. El rústico carácter de la escultura dificulta el establecimiento de conexiones claras con otras obras palentinas. Luis M.ª de Lojendio la relacionaba con los capiteles de Lebanza y la portada de la Asunción de Perazancas y García Guinea buscaba paralelos en Arenillas de San Pelayo, apostolado de Moarves y Moradillo de Sedano. Los amplios plegados en tubo de órgano paralelos, el tipo de tocado de las Santas Mujeres y la figura del grifo nos hacen pensar en el conocimiento, por parte de nuestro escultor, bien de los cercanos capiteles de la iglesia del monasterio de Aguilar –principalmente el de las Tres Marías ante el sepulcro– bien de la portada de Revilla de Santullán, donde aparece reflejado idéntico asunto. En cualquier caso, la personal interpretación por parte del escultor de Colmenares no permite avanzar más allá de la especulación. Por su riqueza iconográfica y decorativa la pila de Colmenares aparece como uno de los ejemplares tardorrománicos más interesantes de la provincia, junto a las de Calahorra de Boedo, Cantoral de la Peña y Valcobero. Cronológicamente debe situarse en los últimos años del siglo XII.